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Una reflexión sobre el aborto

Una reflexión sobre el aborto Incendios forestales y Abortos



Rebuscando entre las noticias que han salido a la luz a lo largo del verano, escojo una de comienzos de julio. Un estudio del CSIC puso nuevamente de relieve las cifras de aborto en España, resaltando el fracaso de la política en materia de educación sexual. Por lo visto, el problema principal es el de embarazos entre adolescentes; la causa del mismo, que las chicas, aunque conocen los medios anticonceptivos, no son conscientes de los riesgos del sexo inseguro; y el remedio propuesto, introducir antes la educación sexual en la escuela, para que así mejoren los resultados.

Me llama la atención este planteamiento. Es como si, ante los repetidos fracasos de un método para dejar de fumar, pensáramos que en realidad los fumadores no han tomado conciencia del peligro del tabaco y decidiéramos aumentar las sesiones de ese método ineficaz.

Quizá. ésta ilógica conclusión del estudio mencionado se debe a que estaba patrocinado por los laboratorios Schering, fabricante de anticonceptivos e interesado en todo lo que pueda agrandar su cuota de mercado.

Puede que el verdadero problema sea la concepción que algunos tienen de la educación sexual como un conjunto de técnicas para provocar el goce, y sólo el goce. Como si la sexualidad se redujera a esto... A mí me enseñaron todo lo que sé sobre sexo mis padres, con su palabra y con su vida. Ninguna otra persona habría sido tan indicada para educarme en cuestiones que tienen que ver con el origen de mi propia existencia: el profesor más competente no habría podido superarles, porque me habría hablado como a un alumno, pero ellos me hablaron como a un hijo. Estoy seguro de que mi educación sexual habría sido muy deficiente si no me la hubieran dado mis padres, sino un tercero entrometido.

Además, el contenido de una educación sexual entendida de esa peculiar manera, es más que probable que sea contraria al modo de pensar de los padres: cuando en los 90 se empezó a ir por los colegios públicos, sé de uno (¿la excepción o la regla?) en el que, después de hablar a los chicos, se les advirtió que no comentaran nada en casa, “porque no les comprenderían”. La educación sexual debe ser tarea de los padres, porque, si el Estado se mete, acabará violando el derecho de aquéllos, a la educación de sus hijos. Por eso me pareció especialmente acertada una campaña del Ministerio de Sanidad de hace unos meses, protagonizada por Antonio Resines, precisamente sobre embarazos de adolescentes, en la que el mensaje central no concretaba ningún consejo en un sentido u otro, sino que se invitaba a los hijos a buscar y a hablar con los padres y viceversa.

El número de abortos (70.000 el último al año) muestra que la educación sexual “oficial” se ha planteado mal habitualmente, con unos errores que no nos permitimos en otros ámbitos. Por ejemplo, los incendios forestales nos han llevado a prohibir las hogueras en el monte, no a promover un “fuego seguro”, o un “fuego con protección”.

Una “educación forestal” que no previniera contra estas conductas de riesgo sería la causa última del consecuente aumento de incendios, y sólo una ceguera irresponsable culparía únicamente a los excursionistas. En este caso parece que todos estamos de acuerdo de lo inoportuno que sería provocar conductas de riesgo favoreciendo el número de fuegos, eso sí, insistiendo que los fuegos sea “seguros” y nunca se olviden de la debida “protección”

¿Por qué, en el caso que comentamos, — no es fácil encontrar mayor agresión medioambiental que los 70.000 abortos— no aplicamos la misma lógica del sentido común y fomentamos una educación positiva que disminuya las conductas de riesgo?

Ideas aportadas por el profesor Iñigo Fernández Gallardo

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